Kant, genio y figura hasta la sepultura
Immanuel Kant (1724-1804) fue un importante filósofo de la Ilustración y es considerado como una de las grandes figuras de la historia de la filosofía. Me juego lo que sea a que al profesor de filosofía que tuviste en el instituto le gustaba Kant. Le suelen tener mucho aprecio por sus grandes aportes a la teoría del conocimiento y a la ética. Pero, si sus reflexiones resultan interesantes para aquellos atraídos por esos temas, su vida lo resultará incluso más para cualquiera que oiga hablar de ella.
Resulta que este pensador, de imponentes reflexiones, era en realidad bajito y cabezón (en el sentido literal y figurado de la palabra). Este genio no llegaba al metro sesenta de altura y su cabeza estaba un poco desproporcionada respecto al resto del cuerpo. Así, no es de extrañar que su madre soliera llamarle Manelchen, lo que en castellano sería "manolito".
Además de estos rasgos físicos, Kant poseía un carácter muy frío, no llegando a establecer muchos vínculos emocionales (por no decir casi ninguno) a lo largo de su vida. Hasta se distanció de sus familiares más directos y ¡tardó dos años en contestar a una carta de un hermano suyo que le pedía un reencuentro! (le dijo que no había tenido tiempo de contestarle antes, qué considerado...)
Este filósofo no abandonó nunca su ciudad natal, Köinsgberg, en toda su vida, hasta rechazó trabajar como profesor universitario en Berlín con el fin de no moverse de allí. Las obras que nos ha dejado escritas son bastante densas y complejas, nada fáciles de entender, pero con las clases que impartía en su ciudad parece ser que ocurría lo contrario y a la gente les atraían mucho.
Había además en la vida de Kant una meticulosidad extrema con el horario. Tenía estrictamente fijadas las horas en las que debía hacer cada cosa. Cada tarde salía a pasear a la misma hora y se dice que cuando los vecinos le veían caminar ponían en hora su reloj (tan exacto era este filósofo con su horario). Solo hubo un día que Kant no cumplió con su rutina: cuando empezó la lectura del libro Emilio de Rousseau. Parece ser que le fascinó tanto que llegó a olvidar por completo lo de cumplir el horario (tendremos que echarle un vistazo a la obra porque para conseguir lo que consiguió...)
Seguro que lo de la obsesión con el horario ya te habrá parecido curioso (por no decir otras palabras dado que estamos hablando de una de las mentes más importantes de la filosofía) pero todavía Kant va un paso más allá, y es que, a parte de meticuloso, era un hipocondríaco incorregible. Cuentan que se interesó mucho por las novedades en medicina (para poder saber si tenía alguna nueva enfermedad), durante las estaciones más frías del año sólo respiraba por la nariz durante sus paseos (vamos, que si le saludabas no esperabas respuesta y de tener una conversación ya ni hablemos) y también solía pedir cada cierto tiempo las estadísticas de mortalidad de la zona para calcular su propia esperanza de vida (no vaya a ser que el fin de la vida le pillase de imprevisto).
Puede que después de esto tu concepción sobre este filósofo se haya visto algo (o bastante) modificada, pero, no obstante, más allá de sus manías, su capacidad de reflexión era admirable y los aportes que ha dejado a la filosofía son de incuestionable valor.
