Hoy leemos a Manuel Rivas: El lápiz del carpintero
¿Sabéis? Me encanta intentar ver entre líneas cuando estoy leyendo una obra, tratar de averiguar qué quiere decir un autor con lo que, aun no escribiéndolo, tampoco lo calla (puede que incluso sin quererlo ¿quién sabe?...)
He de reconocer que al inicio de "El lápiz del carpintero" me resultó un poco extraño que los diálogos aparecieran sin guiones y que se mezclasen diferentes momentos en el tiempo de una misma historia y de la historia personal de los distintos personajes. Pero, al final, creo que ha sido un acierto por parte del autor. Los recuerdos que interrumpen en la narración de la historia son un buen recurso para dar a conocer a los protagonistas pues a cada cual le constituye su propia historia personal, pero además está también ese recuerdo, esa voz, del pintor en la cabeza de Herbal. Me parece una especie de conciencia, un recuerdo con sentimientos de remordimiento y culpa. Ya que Herbal no le dejó vivir en el mundo de los vivos, al menos le deja existir en el mundo de su mente. Porque el recuerdo es eso, una suerte de existir que necesita del otro.
Esta novela es el reflejo de cómo la muerte acaba con la vida pero no con la existencia, porque en tanto que hubo una mente como la de Herbal que fue consciente del pintor, este siguió estando presente. Una presencia no corpórea, pero ahí estaba. En cambio, todo lo que olvidamos se vuelve la nada más absoluta. Herbal se niega a dejar que el pintor caiga en el olvido, Manuel Rivas se niega a que las historias que hay detrás de cada personaje queden ocultas y cada novela histórica se niega a que los hechos acontecidos en el pasado desaparezcan. La mente, la escritura, la literatura...son eternas luchas contra el olvido, puntos de anclaje para una realidad que nunca quiere dejar de existir.
Y si, además, a todo esto se le recubre con un velo de amor, entonces nos queda algo tan bello como "El lápiz del carpintero". Nietzsche escribió en su "Genealogía de la moral" que "todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal". Da Barca y Marisa son la personificación de esta frase, porque ¿está bien pasar armas escondidas en la comida a tu amado encarcelado? ¿Está mal? ¿Quiénes somos para decirle al amor si es bueno o malo, para amoldarle bajo unos criterios morales, cuando es él quien nos amolda a nosotros? Al final, Marisa hizo lo que hizo por amor y eso trasciende a toda moral, es inexplicable, porque esas acciones no se piensan, solo se sienten y Manuel Rivas consigue acercar ese sentimiento al lector.
Es muy curioso como el lenguaje (la expresión del pensamiento) puede movernos y conmovernos emocionalmente. Es, pues, la palabra el punto de unión entre el pensar (racionalidad) y el sentir (irracionalidad). El buen escritor es aquel que consigue superar y juntar este antagonismo en la unidad de su obra y creo que esta lectura es ejemplo de ello.
